Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

miércoles, 4 de enero de 2012

Imágenes del cuerpo. De frente y de perfil

Pablo Llanes en Galería de ladrones de la Capital 1880-1891

Hacia 1880, la policía guardaba retratos de delincuentes conocidos. Las mismas carte-de-visite que intercambiaban los burgueses, circulaban en las comisarías. Sólo que se trataba de las fotos de pungas, escruchantes, estafadores. Eran tarjetas de cartón de 9 por 6 centímetros; en el reverso, una descripción del cuerpo por primera vez escrito: altura, ojos, pelo, bigotes, cicatrices, tatuajes.
En 1886, José Fray Mocho Álvarez fue nombrado Comisario de Pesquisas de la recientemente creada policía porteña. Se le ocurrió compilar en un libro la información sobre 200 ladrones, “el único hilo que tiene [la policía] para guiarse en el laberinto de nuestro bajo fondo social”.
De allí viene escrache, exponer el cuerpo de los que se desviaban de la ley retratándolo, clasificándolo. Esta antropometría de los cuerpos era necesaria para el orden que programaban las clases dominantes por aquellos años.

lunes, 2 de enero de 2012

Personajes. Juan Ramón Balcarce

Entreveros públicos y privados

Es una familia de guerreros. El padre, Francisco González de Balcarce, muere de un lanzazo al mando de una expedición a las Salinas Grandes. El primogénito Antonio, que con el tiempo será lugarteniente de San Martín, le sucede como comandante de la Guardia de Blandengues de la frontera. El segundo de los Balcarce, Juan Ramón (éste es el que nos interesa), ingresa, tarde, a la Guardia a los dieciséis años. Marcos, cadete a los trece y tan general como sus hermanos generales, formará en el Ejército de los Andes. Diego morirá de tristeza después de haber sido arrasado en Sipe Sipe. José Patricio, cadete a los doce y apenas capitán a los treinta, muere al pie del Cerro de Montevideo. Francisco, que se llama como su padre y su abuelo, éste coronel de los Reales Ejércitos, cumple su destino de muerte contra los godos en la quebrada del Nazareno.
¿Qué decir de Juan Ramón sino nombrar sus batallas? Las Piedras, Tucumán, Salta Vilcapugio, Ayohuma, Cepeda. Pero no son sus glorias públicas las que hacen de él un personaje, sino sus vergüenzas privadas.