Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

lunes, 27 de febrero de 2012

El rito de la vida

 El tablero del juego de la oca, dicen, es un mapa encriptado para los peregrinos que iban desde los Pirineos a Compostela. Lo habrían imaginado los Caballeros Templarios, que custodiaban el Camino de Santiago, para indicar a los iniciados los senderos ocultos, los escondites, los peligros. Cada casilla denota un lugar (la primera es el monasterio benedictino de San Pere de Rodes), que dista del siguiente exactamente 15 millas y éste 15 del próximo.
Las trece ocas son las que avisaban desde el Capitolio romano el avance del enemigo, los animales reverenciados por los egipcios porque dominan el agua, la tierra y el aire. Son asimismo las que, si se sacan los dados precisos, llevan a la Gran Oca final de una sola jugada; algo casi imposible.
Y, desde ya, una simbología. El camino se desarrolla en forma de espiral, que no sería otra cosa que un símbolo antiquísimo, el ciclo del nacimiento, la muerte, la reencarnación. El Laberinto, el Pozo, el Puente no necesitan interpretación. Son los momentos de la vida.
Aun en este tiempo infernal de los videojuegos, los chiquitos juegan a la oca. No es poco lo que aprenden. Aprenden a creer en una ficción. Aprenden que hay un azar, que existe la muerte, el pozo, la cárcel, el puente. No es el dado lo que determina el camino, sino el paso por las casillas del destino. Todo juego comporta un rito, dice Roger Caillois. En este caso, el rito de la vida.