Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 19 de mayo de 2012

La otra Traviata


Prostituta, Ernest James Bellocq, 1912

Un verano de 1877, el juez de paz de la parroquia de San Nicolás recibió una denuncia a propósito de una pupila de una casa de tolerancia en la parroquia de San Nicolás. Los honorables funcionarios de aquella época, como se sabe, hicieron todo lo posible para normalizar la prostitución, la que juzgaban un mal necesario. De modo que prontamente fue despachado un médico al prostíbulo. José Luis Scarsi encontró el informe del galeno:
La expresada prostituta, Lola Martínez, de veintiún años de edad (aunque en realidad debe tener más edad), natural de España, entró a la casa el quince de junio del pasado año de 1876, hallándose anotada en el respectivo libro bajo el número trece, se encuentra en un estado bastante alarmante, porque su delicado organismo, y con esa vida licenciosa, hace temer muy fundadamente que  terminará, tal vez en breve tiempo, por una tisis pulmonar, ya incipiente, ó, en otros términos, de una tuberculosis.
Es pues, de urgente necesidad que cambie de vida, debiendo, sin pérdida de tiempo, salir al campo para que con el aire oxigenado y una buena, como nutritiva alimentación, pueda cambiar su delicada constitución y recuperar las fuerzas vitales que cada día va perdiendo notablemente. Hace ya algún tiempo, que el infrascrito indicó a dicha prostituta, la urgentísima necesidad de cambiar de vida, porque do lo contrario, su organismo iría cada día deteriorándose notablemente, poniendo en gravísimo peligro su existencia.
Lola no volvió a aparecer en los registros municipales.


domingo, 13 de mayo de 2012

Personajes. Delfina de Mitre


Delfina Vedia de Mitre (1819/1882)

Delfina se marchitó. En una época en que las mujeres huían de sol para ostentar palidez, ella era transparente, casi nacarada. Los verdes ojos, los blancos pechos. Pero de nada le sirvió. Se marchitó.
No es que Mitre (así llamaba Delfina a su esposo) la maltratara. Aunque lejos estaban aquellos versos de cuando era capitán de artillería y le escribía que era un ángel desterrado. Si hemos de decir la verdad, con el tiempo los versos se oxidaron con orín de cañón: Te recordaba, Delfina / en medio de la batalla / viendo tu cara divina / cual la Bandera Argentina [sic] / en medio de la metralla.  
No es que el general hiciera gala de amoríos fuera de casa, pese a que había mucha tilinga que lo buscaba. Como aquella Ventura Díaz de Trejo, que un día le dio la mano en la calle y después mandó a hacer un cofre de roble para guardar la reliquia del guante que había tocado don Bartolo.
Tampoco es que Mitre fuera, como era, áspero como un sayo franciscano. Su violencia, su intemperancia, esa mirada de rayo que hacía callar eran suavemente contenidas por la blanda Delfina. 
Lo que en verdad marchitó a Delfina de Mitre fue el suicidio de su hijo Jorge.