Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

domingo, 27 de mayo de 2012

Braguetas indiscretas


Era una vergüenza. Cuando el tranvía pasaba por Almirante Brown y Martín García, los desprevenidos pasajeros tenían que tolerar a los que salían del mingitorio con la bragueta abierta, abrochándose descuidadamente. Un atentado a la moral y al pudor.
En Buenos Aires hubo mingitorios (del latín mingĕre, mear) públicos hasta 1926. Los había en Callao y Santa Fe, en plaza Once de Septiembre, en Viamonte, al lado del teatro Colón. Los primeros se instalaron en el Paseo de Julio a fines del siglo XIX. Eran como quioscos que imitaban a los parisinos. Y, desde luego, tenían anchos zócalos abiertos para prevenir encuentros inmorales.
Pero los zócalos no impedían que los señores salieran a menudo con la bragueta desabrochada (los botones sin abrochar, puesto que en ese entonces no había cremalleras).
Curiosa palabra, “bragueta”. Viene de “braga”, que tiene dos acepciones. Antiguamente, La pieza de la armadura que cubría las partes naturales del caballero. Y, contemporáneamente,  la prenda interior femenina. La bombacha, bah. De modo que el término “bragueta”, tan viril como suena, es por lo menos ambiguo.
Como fuere, en marzo de 1900 Caras y Caretas publicaba una caricatura con el epígrafe: “Abróchese antes de salir”. Y un señor en un mingitorio que, escrupulosamente, se ataba… los cordones de los zapatos.