Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 9 de junio de 2012

Una figurita de Billiken


El joven Manuel Belgrano rinde examen de derecho en 
la célebre Universidad de Salamanca en 1787,
 Rafael del Villar, circa 1910. 
Complejo Museográfico Enrique Udaondo, Luján

¿Cómo era Manuel Belgrano? ¿Pelo rojo y ojos castaños, como decía el certificado de estudios del Real Colegio San Carlos? ¿Pelo rubio y color muy blanco, algo rosado, como declaró su amigo José Celedonio Balbín? ¿Ojos color miel, como en el relicario que llevaba su hija Manuela? No sabremos nunca cómo era en verdad, puesto que a la historia oficial no parece interesarle más que las batallas. De la infancia o de la juventud de los próceres, ni hablar.  
Allá por 1910, cuando la burguesía todavía nos inventaba los padres fundadores, alguien le encargó a Rafael del Villar (1873/1952) que compusiera al Belgrano que estuvo siete años en España. Así lo hizo. Pero la fecha dada es errónea. Es el 28 de enero de 1789 (faltaba nada para la toma de la Bastilla) cuando consigue su título de bachiller en leyes en la Real Universidad de Valladolid.
Parece más bien morocho, vestido a la vieja usanza (calzones hasta debajo de las rodillas, medias blancas de seda). Y no faltan los íconos de la cristiandad y la monarquía en las paredes, tal como les gustaba a los que quisieron hacer nuestra historia como una continuidad del viejo imperio español.
Para entonces Manuel tenía diecinueve años. Es probable que ya hubiese contraído sífilis. Como cualquier mozo de buena estampa, alguna vez debe haber salido a la puerta de la ciudad, allá en el barranco, a contratar alguna mujer enamorada, como se les decía a las prostitutas. Hasta es probable que ya tuviera la experiencia de las pajilleras, las que masturbaban a sus clientes con dos dedos por un real o por dos si lo hacían “a mano completa”. No digamos si era una de aquellas viejas desdentadas (todo un mérito si se trataba de servicios bucales) que pululaban por Valladolid.
Después de todo, Manuel Belgrano no fue una figurita de Billiken.

domingo, 3 de junio de 2012

Personajes. María de la Luz Godoy Cruz


En 1861, el año en que murió la viuda de Godoy Cruz, un 
terremoto dejó en ruinas a Mendoza. Foto de José Christiano 
de Freitas Henriques Junior, detto Christiano Junior

Lo perdía el lienzo muy fino de Holanda para el vuelo de los puños de las camisas. Y las telas blancas de algodón labrado. Los mendocinos decían, no se sabe si con admiración o con envidia, que mandaba a hacer su ropa con piezas de Nankín, la ciudad que se conocía como La capital del cielo en la antigua China.
Coqueto como era, Tomás Godoy Cruz (1791/1852) fue representante de Mendoza en el Congreso de Tucumán. San Martín lo presionaba para la declaración de la Independencia. Cuando volvió, fue gobernador de la provincia.
En 1823, Tomás se casó con María de la Luz Sosa (1797/1861), bellísima, dicen. Las fiestas que daba eran famosas en Mendoza.
El 15 de mayo de 1852, solo, oyendo a lo lejos el bullicio de uno de aquellos bailes famosos, Tomás murió. Una criada, que había encontrado el cuerpo sin vida, corrió a la señora, a ver qué hacía. María de la Luz dio orden de cerrar silenciosamente la puerta de la habitación. Y volvió alegremente al salón. No era cuestión de entristecer a los invitados.