Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 14 de julio de 2012

¡Vade retro, maniquíes!


Maniquíes, Ricardo Lesser, 2010
Hay que vestir a los maniquíes desnudos. Y, si hay que cambiarles las ropas, que sea en un vestidor para maniquíes. No hay nada más inquietante que el momento en que quedan desnudos, con las partes al aire (aunque es menester convenir que los maniquíes raramente tienen partes).
El caso es que una edila de Paraná presentó un proyecto para “evitar que queden expuestos en los escaparates a la vía pública, sin ropas o atavíos pertinentes que exhiban la desnudez del cuerpo humano y puedan perturbar a los transeúntes”. De ahora en adelante, “los locales comerciales de la ciudad de Paraná, deberán contar con un espacio físico dentro del mismo, para la realización de cambios de indumentaria en los maniquíes a exponer en sus vidrieras”. 
Bien dicho. No hay nada más pornográfico (o perturbador, en palabras de la edila) que un maniquí desnudo. 
Hay aquí dos cuestiones. Una es creer que los maniquíes pueden estar desnudos. Desnudas están las personas, no las cosas. La otra es creer que la desnudez es pornográfica en sí misma. 
En el foro, en los templos, en la palestra de Pompeya había estatuas que no sólo estaban desnudas sino que hacían el amor como debe ser, en mil y una modalidades. Esas imágenes eran públicas, no escandalizaban a nadie. 
Sí fueron un escándalo cuando, a mediados del siglo XVIII, Carlos IV de Nápoles (que más tarde sería Carlos III de España) las recluyó. Sólo accedían a ellas los cortesanos, a quienes se les caía la baba. Porque ahora sí eran pornográficas. Lo fueron porque el rey prohibió la mirada sobre ellas. 
No hay imágenes pornográficas sin censura. La pornografía está en la transgresión, no en los pobres maniquíes. La edila debería tener esto en cuenta. No vaya a ser que miremos con codicia a los maniquíes.