Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 4 de agosto de 2012

Diálogo imaginario sobre el tiempo entre el virrey y su relojero

Pedro Antonio de Cevallos (1715/1778),
primer virrey del reino del Río de la Plata,
llamado La última llamarada de España.
Antes de embarcar, don Pedro manda llamar a Francisco Baar. No quiere irse sin su reloj de faltriquera, que parece tener desbaratado algún engranaje vital. El corazón muerto del reloj le aflige, por alguna tenue razón que se le escapa.
Le tiene afición al grueso reloj de plata. A menudo, distrae el tedio de las ceremonias acariciando los arabescos labrados en la caja con la yema del pulgar. De vez en cuando abre la tapa interior  para develar la máquina viva. Contempla los engranajes que laten desiguales pero perfectamente conciliados, con un pulso exacto. Esa respiración mecánica, piensa, parece humana. Pero no lo es, no es capaz de arritmias. Únicamente puede pararse. Sólo en eso se parece a la vida.
Qué tiene, pregunta don Pedro a Baar. Se ha roto el muelle real, Excelentísimo Señor. Las agujas del minutero y el horario barren redondamente la esfera del reloj porque responden a los movimientos circulares de estos engranajes dentados, señala el relojero con un dedo índice increíblemente grueso para las sutilezas de la relojería. Roto el muelle, no se desenrosca y no transmite su impulso a los engranajes. Tienes un muelle similar en tu taller, inquiere el virrey. No, he de hacerlo. Sabes. Sí, he debido aprender los treinta y cinco oficios necesarios para reparar relojes: cincelado, laminación, platería, ebanistería, repujado, dorado a la hoja,  y callo para no aburrir a Su Excelencia. En suma, sé pintar un cuadrante, hacer una aguja, fresar una rueda, manufacturar cualquier mecanismo que sea necesario.
Bien, qué hora tienes, dice don Pedro, que lleva prisa. No sé, casi seguro las tres y un cuarto. Cómo, no usas reloj. No creo en el tiempo, Su Excelencia.
Fragmento de La última llamarada. Cevallos, primer virrey del Río de la Plata, Ricardo Lesser, editorial Biblos, Buenos Aires, 2005