Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Ni alumbrado, ni barrido, ni limpieza

Mariano Acosta (1825/1893), en aquel entonces gobernador de Buenos Aires, tenía unos bigotes como manubrios. No es mucho más lo que se puede decir de su anodina gestión porteña. Ni siquiera pudo con la basura de aquella ciudad que todavía olía bosta y aún no estaba federalizada. 
Los porteños sacaban la basura en latas de kerosene vacías, cajas de jabones y, a veces, ni siquiera eso. Lo hacían irregularmente porque las chatas y los carros recolectores no pasaban de noche sino de vez en cuando. En el verano, el olor era insoportable. 
De allí la sanción de un impuesto mensual (sic) para “la extracción de basuras” en el invierno de 1874. El gravamen, como pide cualquier elemental principio de equidad, era progresivo. Había una tabla de escalones que iban de 100 a 5 pesos, que vaya a saber si eran fuertes o qué porque tuvimos un único peso moneda nacional recién en 1881. 
El caso es cómo discernieron quién tenía que pagar qué. Por ejemplo, las amuebladas debían poner 100 pesos. Las chancherías, 50. ¿Las amuebladas producían más basura que las chancherías?