Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Domingo Faustino Quiroga Sarmiento




"Era mi padre un hombre dotado de mil cualidades buenas, que desmejoraban 
otras, que, sin ser malas, obraban en sentido opuesto.  (…) …arriero en la 
tropa, lindo de cara y con una irresistible pasión por los placeres 
de la juventud,  carecía de aquella constancia maquinal que funda las fortunas, 
y tenía… un odio invencible por el trabajo material, ininteligente y rudo 
en el que se había criado” (Recuerdos de provincia, Domingo F. Sarmiento)

Dice la leyenda que el apellido Sarmiento nace en la batalla de las Navas de Tolosa, que enfrentó a cristianos y musulmanes en 1212. Fue entonces cuando Pedro Ruiz distribuyó haces de sarmientos secos (los nudosos vástagos de la vid de donde brotan los racimos) entre sus cien caballeros para que los llevaran en su grupa. A su tiempo los encendieron y pusieron fuego a los víveres y las municiones de los almohades. Este ardid ayudó mucho a la victoria y, desde entonces, el caballero fue conocido como Sarmiento y sus descendientes pintaron en sus armas un sarmiento de vid verde en campo de plata.
Quien conocemos como Domingo Faustino Sarmiento buscó y rebuscó el origen de su familia. Fueron inútiles sus esfuerzos por ligar su apellido al del adelantado Pedro Sarmiento de Gamboa, aquel navegante que salió en vano a la caza del corsario Francis Drake.
Nunca conoció la leyenda de Pedro Ruiz y sus sarmientos. Le hubiera encantado, seguramente. Pero tuvo que conformarse con el apellido de aquel arriero, su padre, que prefería los caminos que se iban antes que los caminos que volvían.
No deja de ser curioso que el sanjuanino (que fue bautizado como Faustino Valentín, no como Domingo) no pesquisara el otro apellido de su padre, que no era solamente Sarmiento sino también Quiroga: José Clemente Cecilio de Quiroga Sarmiento.
El Quiroga (como el Valentín) desapareció sin que nadie sepa por qué.
Dicen los que saben que hubo por allí algún tatarabuelo común entre Facundo Quiroga y Domingo Faustino Sarmiento; que eran, en definitiva, primos en tercer o cuarto grado. ¡Vaya ironías que se permite la historia! 
  
¿Y si evocáramos a nuestros próceres en ocasión de su nacimiento 
y no de su muerte, como ahora?