Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

lunes, 19 de junio de 2017

Celeste y blanca


A Manuel Belgrano, lo decía él mismo, lo 
hicieron coronel a la fuerza. En 1811, fue 
jefe del Regimiento de Patricios, cuyo 
uniforme era azul celeste y blanco.


Eran tiempos de grietas. Los federales se identificaban con el rojo punzó. Los unitarios tomaban el celeste para sí. En 1846, los federales redoblaron la apuesta: la bandera sería blanca y azul oscuro con un sol colorado en el centro y cuatro gorros frigios en los vértices.
Desde entonces se discutió hasta el cansancio de qué color era la bandera concebida por Manuel Belgrano. Hace poco los historiadores consultaron a los químicos: azul de ultramar, dictaminaron; éste era el color que originalmente tenía la bandera de seda donada a la escuela de San Francisco del Tucumán.
No había necesidad de tanta disquisición. Los veros colores estaban (están) en una cuadro de hace doscientos años.
Hacia 1815, Manuel Belgrano posó en Londres para François-Casimir Carbonnier, un discípulo de Jacques-Louis David, el pintor de Napoleón.
No era una imagen cualquiera, era una re-presentación. Carbonnier debe haber preguntado a su comitente qué cosa lo distinguía. La batalla de Salta, contestó seguramente Belgrano. Ahí, a su izquierda, está el combate; el general emplumado en su tordillo, los infantes que avanzan, los cañones exhaustos. Y la bandera a dos franjas. Celeste y blanca.
La fuente es innegable, es el propio Belgrano que instruyó a Carbonnier.
Cincuenta años después, Prilidiano Pueyrredon copió el retrato omitiendo, vaya uno a saber por qué el fondo. Esa imagen omitida se repitió hasta el hartazgo con lo que la discusión continuó sine die. La desmemoria le había ganado a la memoria. Suele suceder.