Por qué Historias con Lupa

Si uno le pone una lupa a una tela aparentemente lisa descubre nudos impensados, hilos desparejos antes imperceptibles. Lo mismo pasa con la Historia. Cuando uno la mira con una lente inquisitiva, aparecen las vidas privadas, las mezquindades y los heroísmos y, en el fondo silencioso, los deseos, esos que explican de verdad las conductas. Esto queremos aquí: mostrar las historias con minúscula, los hilos imperfectos pero espléndidos que forman el tejido de la Historia con mayúscula.

Pero hay también otro modo. Una historia, esta vez de lo más íntimo, el cuerpo, escrita con imágenes. Para eso hay que ir a www.imagenesdelcuerpo.blogspot.com.

viernes, 23 de marzo de 2018

Imago nos. El Bellas Artes de antes


Parece una fotografía coloreada a mano. Es la Casa de las Bombas, en la Recoleta, circa 1900.
Los faroles a gas iluminaban malamente el viejo Camino del Bajo a la Costa, ahora avenida del Libertador. Detrás estaba el río, pero más cerca que ahora.
El humo de las chimeneas se veía desde las cúpulas del Paseo del Bajo. El humo era un humo bueno, apenas el vapor blanco de las máquinas que movían las bombas.
Si uno mira atentamente reconocerá la fachada del Museo de Bellas Artes, en Libertador al 1400. Debajo del Bellas Artes está la vieja Casa de Bombas refuncionalizada por el inefable arquitecto Alejandro Bustillo. 
Una de las cosas que ocurrieron en los años 80 fue que
Buenos Aires dejó de ser campo y se hizo ciudad para siempre.
Pero siempre hubo una pulpería donde tocar la guitarra.
Como ésta, que estaba donde hoy está el Bellas Artes.


A fines del siglo XIX, la peste había dejado un diagnóstico sombrío: la primera napa estaba contaminada. La única agua potable era el agua de lluvia que se recogía en grandes tinajeros de barro en los patios de las casas. Había que sacar agua del río.
Entonces se la extrajo del río amarronado (“No importa –decían los ingenieros-, es agua buena” y tal vez lo fuera todavía). Se la bombeó con máquinas a vapor hasta depósitos de sedimentación y filtrado. Y después se la bombeó hasta un depósito en la plaza Lorea.
Esto fue hace ciento cincuenta años. Hoy, casi diez de cada cien porteños no tienen acceso al agua potable.